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Chispazos de lluvia

La ilusión es como esas chispas de lluvia que te salpican la cara cuando menos te lo esperas. Son esas gotas que comienzas a sentir bajo un cielo que promete ser azul. Levantas la vista con incredulidad, buscas la nube de la que proceden... tal vez no la veas. Tal vez incluso dudes de tus sensaciones y te lleves la mano a la cara para ver si los restos ínfimos de humedad pueden confirmar esa experiencia.

Sí, está ahí.

La gota de agua que sentiste se evapora poco a poco entre las yemas de tus dedos según las vas frotando entre sí. No necesitas mirar hacia arriba ni buscar la causa. Lo importante es saber que existió, que fue real, que no lo imaginaste y, más que nada, que es palpable también.

Ahora puede caer un aguacero y empaparte. Puede volver a lucir un sol radiante. Esas chispitas pueden ser anuncio de algo mayor o, simplemente, algo pasajero.

Pero existen, existieron, volverán también. Por pequeños que sean, por efímeros que parezcan, si han conseguido que tus labios esbocen una sonrisa, quédatelos.

No llegarán en el momento adecuado. Nada te preparará para esas gotas de agua. No estarás con los medios necesarios para cobijarte.

No importa. Mójate, mucho, poco, da igual. No renuncies a esos momentos de ilusión. Aunque no vengan con la forma que pretendías, aunque sean pasajeros, aunque no vuelvan a darse, aunque formen solo una pequeña parte de tu día a día, aunque no sean repetitivos.

Son gotas de lluvia que distraen, que emocionan, que sorprenden. Es ilusión que te hace sentir despierto de nuevo.


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