Conducir con música estilo rock, pop y similares hace que incosncientemente aceleremos, que sigamos el tempo que nos marca. Los supermercados en función de la afluencia eligen canciones más o menos pausadas para que las personas nos detengamos más en su interior o salgamos lo antes posible.
Poco a poco hay épocas en las que todo se acumula. Las citas en el calendario se superponen con demasiada rapidez. Se aplazan algunas, otras se adelantan. Oportunidades, o promesas de oportunidades, que merece la pena explorar. Circunstancias exteriores que hacen que la lista de tareas se alargue. Hay veces que parecemos equilibristas manejando toda una serie de datos, intentando cuadrar balances enrevesados y sin estar dispuestos a renunciar nada.
Ignoro qué decide el resto. Personalmente no quiero hacer determinadas renuncias. Así que busco huecos y anoto. El conjunto es demasiado variopinto y difícil de entender. Muchas ramas que parten hacia lugares distintos. Ningún denominador común excepto yo misma.
Conozco la sensación de estas carreras de fondo. No es la primera vez que paso por ellas. Me imagino que no será la última. ¿La estrategia? No mirar al futuro. Quedarse en el aquí y ahora. Dar pasos pequeños y completar tareas, una por una, sin pensar en las del futuro. Inspirar fondo, cargar los pulmones de aire y sumergirse bajo el agua. Pensar en contar las brazadas, una, dos, tres. Sacar la cabeza, otra bocanada de aire.
Esta vez no he mirado (aún) los kilómetros que faltan, aunque la tentación está siempre presente. Miro cada uno de los que consigo avanzar, de los que ya llevo recorridos. Compruebo sensaciones, ganas, descarto peso y sigo. En medio del caos he hecho paradas, no he dejado todo de lado, solo parte. Es un elemento nuevo que desconocía y que no había probado antes.
No solo quiero llegar a la meta. Quiero que mis piernas me sostengan también para salir caminando de ella. Por ahora, paso a paso, aunque las sensaciones interiores no siempre sean de calma y el corazón quiera acelerarse.
Poco a poco hay épocas en las que todo se acumula. Las citas en el calendario se superponen con demasiada rapidez. Se aplazan algunas, otras se adelantan. Oportunidades, o promesas de oportunidades, que merece la pena explorar. Circunstancias exteriores que hacen que la lista de tareas se alargue. Hay veces que parecemos equilibristas manejando toda una serie de datos, intentando cuadrar balances enrevesados y sin estar dispuestos a renunciar nada.
Ignoro qué decide el resto. Personalmente no quiero hacer determinadas renuncias. Así que busco huecos y anoto. El conjunto es demasiado variopinto y difícil de entender. Muchas ramas que parten hacia lugares distintos. Ningún denominador común excepto yo misma.
Conozco la sensación de estas carreras de fondo. No es la primera vez que paso por ellas. Me imagino que no será la última. ¿La estrategia? No mirar al futuro. Quedarse en el aquí y ahora. Dar pasos pequeños y completar tareas, una por una, sin pensar en las del futuro. Inspirar fondo, cargar los pulmones de aire y sumergirse bajo el agua. Pensar en contar las brazadas, una, dos, tres. Sacar la cabeza, otra bocanada de aire.
Esta vez no he mirado (aún) los kilómetros que faltan, aunque la tentación está siempre presente. Miro cada uno de los que consigo avanzar, de los que ya llevo recorridos. Compruebo sensaciones, ganas, descarto peso y sigo. En medio del caos he hecho paradas, no he dejado todo de lado, solo parte. Es un elemento nuevo que desconocía y que no había probado antes.
No solo quiero llegar a la meta. Quiero que mis piernas me sostengan también para salir caminando de ella. Por ahora, paso a paso, aunque las sensaciones interiores no siempre sean de calma y el corazón quiera acelerarse.
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