Los hilos de cualquier tela se entretejen de forma compleja. No siempre es fácil saber cuál es el resultado viendo el modo en que se van enredando... a veces parece que acabarán siendo una maraña, se tensan como si fueran a formar un nudo y, en el momento más inesperado, revelan su resultado final.
En ocasiones, la vida se me antoja como esos hilos, porque va haciendo que cruce caminos que parecen terminar en precipicios, otros apuntan a senderos abruptos y, algunos, los menos, dan indicios de un valle calmo.
Ver un telar industrial en movimiento es todo un espectáculo. Miles de hiles atados a mano, un sonido metálico cada vez que el punzón atraviesa en sentido perpendicular arrastrando tras de sí otra hebra. El prensado final. Todo ello en cuestión de centésimas de segundo. Así, milímetro a milímetro va surgiendo una tela que después servirá para otros fines, que tendrá continuidad fuera de allí.
Durante ese proceso, visto tan de cerca, es imposible percibir el resultado final. Veo hebras que traman y urden, veo hilos que intercambian posiciones, pero no se aprecia el estampado final, el dibujo que las hace más interesantes, llamativas. Solo se ven colores sin mucho sentido.
En el mundo físico, donde las relaciones con otras personas también se tejen de forma peculiar, sucede a menudo algo similar. Mirando hacia el camino ya recorrido es fácil ver el patrón y el dibujo que ha salido. Estando en el presente apenas se aprecia nada. Ni siquiera los nudos o los hilos deshilachados que después habrá que entresacar.
Grandes bromas del destino a veces. Salir de entre los hilos para, tal vez, volver a acabar en medio de ellos, aunque con una forma diferente. Cruzarme con personas que no son de allá, sino de aquí, que empiezan de cero unos y otros que se van a iniciar otra aventura.
Tirar de hilos que parecen sueltos: algunos van tensando la separación que comenzaba a abrirse entre los paños; la acercan, la cierran. Atraen hacia mí a personas alejadas, a gente desconocida.
Tirar de hilos que parecen sueltos: demasiado fuerte y me quedo con un extremo roto en la mano, sin posibilidad de unirlo de nuevo, viendo como se forma una carrera que separa los paños, imposible de unir a veces. Actúan como dispersantes, alejan a las personas.
No saber de qué hilo tirar en ocasiones. Juguetear con ellos. Ver si se puede tejer algo nuevo con hilos que aparecen en otros lugares, en otras áreas.
La vida, entretejiendo mís días.
En ocasiones, la vida se me antoja como esos hilos, porque va haciendo que cruce caminos que parecen terminar en precipicios, otros apuntan a senderos abruptos y, algunos, los menos, dan indicios de un valle calmo.
Ver un telar industrial en movimiento es todo un espectáculo. Miles de hiles atados a mano, un sonido metálico cada vez que el punzón atraviesa en sentido perpendicular arrastrando tras de sí otra hebra. El prensado final. Todo ello en cuestión de centésimas de segundo. Así, milímetro a milímetro va surgiendo una tela que después servirá para otros fines, que tendrá continuidad fuera de allí.
Durante ese proceso, visto tan de cerca, es imposible percibir el resultado final. Veo hebras que traman y urden, veo hilos que intercambian posiciones, pero no se aprecia el estampado final, el dibujo que las hace más interesantes, llamativas. Solo se ven colores sin mucho sentido.
En el mundo físico, donde las relaciones con otras personas también se tejen de forma peculiar, sucede a menudo algo similar. Mirando hacia el camino ya recorrido es fácil ver el patrón y el dibujo que ha salido. Estando en el presente apenas se aprecia nada. Ni siquiera los nudos o los hilos deshilachados que después habrá que entresacar.
Grandes bromas del destino a veces. Salir de entre los hilos para, tal vez, volver a acabar en medio de ellos, aunque con una forma diferente. Cruzarme con personas que no son de allá, sino de aquí, que empiezan de cero unos y otros que se van a iniciar otra aventura.
Tirar de hilos que parecen sueltos: algunos van tensando la separación que comenzaba a abrirse entre los paños; la acercan, la cierran. Atraen hacia mí a personas alejadas, a gente desconocida.
Tirar de hilos que parecen sueltos: demasiado fuerte y me quedo con un extremo roto en la mano, sin posibilidad de unirlo de nuevo, viendo como se forma una carrera que separa los paños, imposible de unir a veces. Actúan como dispersantes, alejan a las personas.
No saber de qué hilo tirar en ocasiones. Juguetear con ellos. Ver si se puede tejer algo nuevo con hilos que aparecen en otros lugares, en otras áreas.
La vida, entretejiendo mís días.
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