Siempre son los demás, son ellos quienes se "hacen mayores" o tienen responsabilidades que a uno mismo parece que nos vienen grandes. Son los demás, los que de pronto llevan ya varios años con su pareja, que tienen una relación estable. Son ellos, quienes de pronto tienen un trabajo al que apurarse todas las mañanas. Son ellos quienes se preocupan por llegar a final de mes.
Son ellos, los demás, el resto.
Son los demás a quienes de pronto oyes hablar de cosas que sólo te suenan de tus padres, de declaración de la renta, de desgravar, de retenciones. Son ellos, el resto quienes se compran un coche, nuevo o de segunda mano para poder moverse. Son los demás quienes un día te sorprenden diciendo que se han comprado un piso o que están buscando uno. Son ellos, siempre los demás.
Son el resto, conocidos o allegados, quienes deciden que ha llegado el momento de sellar su unión con una boda, ya sea religiosa o civil.
Siempre, siempre, los ves a ellos, a los demás. A todo ese "el resto" que poco a poco hacen cosas que siempre has asociado con hacerse mayor, con ser adulto, con convertirse en lo que tus padres, o aquellos a quienes tienes como referente, han sido, preocupándose por cosas similares.
Y te ves a ti mismo, lejos, lejos de todo eso. Comprobando en tu DNI que tienes la misma edad que todos ellos, tal vez, incluso, algún año más que todos los demás que hacen esas cosas de adultos. Te ves en un estado de perpetua juventud...o inconsciencia, quién sabe. Lo que es seguro es que no te ves como ellos.
No, tú aún no. Aún no asumes que te has convertido en un adulto, que te has hecho mayor y has adquirido nuevas responsabilidades. No, tú no, tú no eres como el resto, tienes tu propio camino, o eso piensas, tú aún no has caído.
Pero llevas varios años en una relación.
Pero llevas también varios años ya trabajando.
Pero te levantas por la mañana, aún con sueño.
Pero ante una noche de farra loca entre semana, piensas muchas veces en que mañana costará demasiado levantarse.
Pero una vez al año o incluso más, esperas a que alguien te haga la declaración, y rezas para que no te toque pagar demasiado.
No, tú no, no eres como el resto.
Pero mes a mes pagas la hipoteca de ese piso que ahora pone tu nombre.
Pero cada primero de mes ves como todas las facturas llegan a tu cuenta bancaria y la menguan.
Pero eres tú quien está amueblando el piso para dos, para pronto compartir ese espacio.
Pero eres quien te preocupa ver que los que fueron referente ahora dependen de ti, delegan en ti.
En algún momento me "hice mayor", me he convertido en aquello que siempre pensaba de "los demás", pero en lo que no veía reflejado. Soy igual que el resto... pero ellos parecen seguros de lo que hacen, de saber a dónde van.
Yo me debí perder el momento en que dieron el libros de instrucciones, porque estoy de lo más perdida, siempre improvisando.
Eran ellos... los demás... no yo.
4 comentarios:
Terrorifico post para los que hacemos equilibrios sobre los cuarenta y mentalmente vivmos en la edad del pavo.
Puf... qué mal me dejas. Creí que con la edad igual era posible dejar de sentirse fuera de lugar en la piel de adultos...
Es verdad que no eres consciente de la gradualidad del tema pero hay un día en el que lees una entrada como la tuya y te das cuenta de que has asumido el rol de mayor.Por supuesto, casi siempre, en las mujeres es antes, incluso llega un momento en que "Hacienda" te devuelve dinero porque la hipoteca, los hijos y el plan de pensiones(que yo todavía no he hecho)desgravan.
En mi caso fue a los treinta y bastantantes.Lo más raro fue empezar a pagar yo al salir con mis padres.
Pseudosocióloga, me consuelas con lo de Hacienda, por ahora me toca más pagar que recibir, pero bueno...
Otra forma de darse cuenta es, o al menos yo, es cuando antes los padres (casi) siempre tenían la última palabra en cualquier decisión. Ahora, consultan y esperan que seas tú quién decida...
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