Suscribirse por correo electrónico

Teorías impopulares

Vivimos en una nebulosa que se parece extrañamente a Matrix, a un mundo paralelo en el que la vida sigue pero nosotros estamos congelados. Aunque el tiempo continúe avanzando, a pesar de que casi no lo percibimos en esta burbuja que ya (casi) hemos normalizado.

Habrá eruditos de verdad y teóricos de barra de bar que analicen lo sucedido y que ahora pronostican qué sucederá cuando recuperemos la normalidad. Proyectamos y prometemos los abrazos que vamos a dar, la miríada de eventos poco apetecibles en otras ocasiones a los que dejaremos de poner excusa, las cañas que nos vamos a tomar, todos los amigos y familiares a los que, finalmente, visitaremos. Estos días, sobre todo quienes vivimos en soledad el confinamiento, hemos tenido (estamos teniendo) minutos infinitos para recordar, planificar, pensar, replantearnos y anhelar, entre otros, el contacto físico humano. Personalizo: yo echo de menos esos abrazos, esos roces espontáneos con otras personas, el sentido del tacto. No sé qué hace el resto. 

Y mientras recibo un bombardeo constante de mensajes de los achuchones que se repartirán cuando haya fecha de fin de este periodo de encierro...

... no puedo evitar pensar que esta experiencia nos moldeará como sociedad hacia algo peor, hacia desconfiar de terceros, a ampliar la distancia social con desconocidos. Mi teoría postula que ya no daremos tan alegremente besos cuando nos presenten a alguien, que en las colas no nos pegaremos a soplarle el aliento a quien está delante nuestra, que habrá un segundo pensamiento que cruce nuestras mentes y nos haga dudar por un segundo ante posibles aglomeraciones. Porque, de pronto, nos transmiten a diario que "el otro" (o nosotros mismos, pero siempre es más cómodo ver al resto como "el peligro" que autoaplicarnos ese términos)  son fuente de riesgos, que de forma involuntaria o sin saberlo nos pueden poner en una situación delicada. 

Teorizo que ese mensaje calará hasta un inconsciente que no sabemos sondear y que, en nuestros encuentros interpersonales, estaremos un paso más cerca de los vecinos del norte y uno más lejos de lo que éramos hasta ahora.


Tal vez repartamos cariño a raudales, pero en un círculo tan íntimo, que el conjunto de la sociedad saldrá perdiendo, creo. Y los que no tengan a allegados y que hasta ahora se alimentaban y disfrutaban de contactos espontáneos, de caricias inesperadas, de un roce casual... ya ni eso tendrán. Ese aislamiento, esa protección extrema del espacio personal sí me parece una (de las muchas) consecuencias poco medibles de esta situación excepcional. 

Una teoría de esas en las que espero estar equivocada.

No hay comentarios: