¿Cuál es la frontera última del dolor? ¿Cuál es ese punto de no retorno en el que no hay vuelta atrás? ¿Cuánto es lo máximo que podemos resistir?
Créeme, siempre está más lejos, mucho más apartada de lo que pensamos. Sufres, te retuerces, tienes un peso en el pecho que no te deja respirar, boqueas para coger aliento, piensas que no lo vas a soportar, que te romperás y todo aquello que pugna por salir hacia afuera brotará como fuegos, pero sin colores alegres. En el borde mismo crees que medio paso más y todo se terminará, que no puede haber más dolor, que percibir como todas las fibras de tu interior se deshacen a velocidad de la luz es literalmente imposible de aguantar.
Pero no, aún puedes soportarlo. No desapareces. No se va. Se queda a tu lado. Te sigue acompañando.
Y en algún momento, se integra contigo. Se vuelve parte de tu ser. Y deja de doler. Y es una cicatriz que te recuerda qué pasó.
Pero ya no duele, no es un miembro fantasma. No es algo que te impide avanzar. No se convierte en un dique de contención. No se transforma en un lastre. Es tan solo un reflejo, un punto de comparación.
Es aquello que te permitirá disfrutar más aún de la felicidad y los momentos blancos y relucientes. Porque ya conocerás el negro intenso, absorbedor e infinito que te envolvió.
Créeme, siempre está más lejos, mucho más apartada de lo que pensamos. Sufres, te retuerces, tienes un peso en el pecho que no te deja respirar, boqueas para coger aliento, piensas que no lo vas a soportar, que te romperás y todo aquello que pugna por salir hacia afuera brotará como fuegos, pero sin colores alegres. En el borde mismo crees que medio paso más y todo se terminará, que no puede haber más dolor, que percibir como todas las fibras de tu interior se deshacen a velocidad de la luz es literalmente imposible de aguantar.
Pero no, aún puedes soportarlo. No desapareces. No se va. Se queda a tu lado. Te sigue acompañando.
Y en algún momento, se integra contigo. Se vuelve parte de tu ser. Y deja de doler. Y es una cicatriz que te recuerda qué pasó.
Pero ya no duele, no es un miembro fantasma. No es algo que te impide avanzar. No se convierte en un dique de contención. No se transforma en un lastre. Es tan solo un reflejo, un punto de comparación.
Es aquello que te permitirá disfrutar más aún de la felicidad y los momentos blancos y relucientes. Porque ya conocerás el negro intenso, absorbedor e infinito que te envolvió.
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