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Teléfonos

- Hola, qué tal, cuánto tiempo.
- Hola, nada, por aquí, todo bien. Oye, que tengo poca batería, solo era por saludarte.


La batería, aquel día, duró hora y media más y cuando colgamos, aún no se había agotado. Entre el saludo y la despedida, al final, no nos pusimos al día, nunca lo hacemos. Divagamos sobre todo lo posible, sobre los países compartidos, sobre experiencias similares, sobre libros, esos que te recomiendo y que te lees dos años más tarde, esos que tú me dices que simultaneas y que yo jamás pensaría en leer. Sobre películas, nos hacemos recomendaciones mutuas. Por el contrario, la música nunca sale a relucir. Debatimos porque siempre tenemos opiniones contrapuestas, aunque al final compartamos más puntos de vista de lo que parece. El trabajo curiosamente casi nunca tiene cabida en esos minutos. Hacemos cábalas y filosofamos. Nos quedamos en el presente. Nos reímos un poco. Adivinamos si este año nos veremos o quedará para el próximo. Comentamos muy de pasada, como de costumbre, que deberíamos hablar más a menudo. Sabemos que no lo vamos a hacer, pero no importa. No siempre la asiduidad es lo más importante. A veces, con saber que la conversación se alargará el camino de vuelta a casa, lo que dure algo tan aleatorio como la batería del móvil, es más que suficiente.


1 comentario:

Lo q Leo dijo...

Hay momentos al telefóno
tan perfectos
que te hacen odiar
el dia
en el que alguien
inventó el guasap
y el mail
y los contactos permanentes
por escrito
sin escuchar voces.