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Saltando, saltando

Extiendes tus pequeñas manos para que te sujete. Luego te pones a saltar sin parar en la cama, muerta de la risa, viendo cada uno de tus saltos reflejados en el espejo. Y sigues riendo.

Y como un flash me veo a mí misma haciendo lo mismo hace años, saltando, riendo sin parar. Esas risas que son imparables aunque el tema del que se hable sea serio. Veo que tú disfrutas y yo no puedo dejar de pensar en que la vida es mucho más sencilla de lo que a veces pensamos. Dan ganas de ponerse a saltar en la cama de nuevo como si no hubiese un mañana. Y que, aunque lo haya, que no se diga que no reímos con fuerza cuando teníamos motivos para ello.

2 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

¿Y no te compensa eso todos los sinsabores?

Bett dijo...

Por supuesto que sí. Esos momentos hay que aprovecharlos y exprimirlos al máximo porque, en mi opinión, son los que dan fuerzas para todo lo demás.