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Fotografía

Las cámaras de fotos, esos aparatos.

Mi relación con las cámaras de fotos es un poco de amor-odio. Durante muchísimos años estaba siempre detrás del objetivo, cuando alguien hablaba de hacer una foto era la primera en ofrecerme voluntaria a hacerla. El motivo es que nunca me gusto como quedo en las fotos. Sí, sé que es una queja general y que casi todo el mundo lo dice (dejémoslo en casi, porque siempre hay la excepción a la regla), pero a mí realmente me parece que la que sale en la imagen no soy yo. No me reconozco, o al menos, esa no se corresponde con la imagen mental que tengo de mí misma. Así que evitaba salir en las fotos, era el camino más sencillo.

Sigo opinando lo mismo, sigo sin reconocerme en ellas, pero ahora me pongo también delante de la cámara. No es que haya superado miedos, o que ahora me sienta más segura, no. Es una razón mucho más práctica: algún día, buscando fotos de épocas pasadas, me di cuenta de que tenía imágenes de todo el mundo... menos mías. Yo estaba detrás del objetivo y no salía, no tenía constancia de esos recuerdos, no tenía algo físico que me mostrase aquella época. Así que ahora, a pesar de todo, sonrío mientras salta el flash.

No tengo siempre el dedo listo en el disparador. Para eso están otras personas; siempre hay algún amigo, conocido, allegado, al que darle la cámara y que se encargará con gusto de inmortalizar segundo a segundo cualquier evento o reunión. Así es que vuelves a casa después de salir una noche y te encuentras con que se han hecho 200 fotos.


Llevo la cámara en los viajes, aunque luego me olvide de sacarla de la funda y acabe haciendo tres fotos rápidas o cinco repetidas en un "posado". La razón es la de antes... no acabo de ver los ángulos a los que sacarle partido, no estoy pendiente de hacer encuadres, prefiero pasear y verlo con mis ojos, disfrutar lo que tengo delante. Pero claro, si no haces fotos, luego, pasado el tiempo,no te puedes recrear en ellas, no puedes demostrar que estuviste ahí (aunque sea una tontería), no puedes revivir esos momentos y ver cómo eras realmente (y no como te recuerdas).

Así que la cámara se convierte un poco en un lastre, porque "hay que" llevarla, "hay que" hacer fotos, "hay que" sonreír o posar, "hay que" retratar cada detalle, ya sea importante o lo más nimio del mundo.

Y esos "hay que" los llevo mal, francamente. Pero ahí seguimos, sonriendo, posando y cargando con ella para todos lados.

2 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

Mi memoria se apoya muchísimo en las fotos.
Y carezco de fotogenia.

Bett dijo...

Ya, a lo largo de los años es lo que queda, y realmente debo decir que es un placer poder ver fotos de hace... 20 años, por ejemplo, y a través de ellas recordar toda una época.


Eso sí, también al mismo tiempo te quedas sorprendida de las poses, los estilismos y demás, pero supongo que forman parte del encanto...