Piedras contra el propio tejado

A pesar de mi vida cambiante y con maletas de un lado a otro, lo cierto es que no me gustan los cambios, no me gustan los imprevistos, no me gustan las sorpresas.  Sé que son inherentes a la vida y que la única forma de que todo permanezca igual es que todo cambie.

Así que día a día hago pequeños cambios, esperando que en su conjunto, al final traigan algo mayor, más positivo. Ante las noticias imprevistas, me guardo los comentarios negativos, espero ver algo positivo en ellas y lo expreso. Claro que no todas me agradan, pero rebelándome contra cosas que no puedo cambiar no conseguiré nada.

Lo sé, sigo sin tener siempre una sonrisa dispuesta, pero créeme, lo intento. Cada vez lo consigo más a menudo y trato de contagiar de optimismo a los demás.  Es fácil ver la parte oscura, yo es la primera que veo, pero hay demasiados ahí fuera que la van a señalar, que la van a magnificar, así que prefiero ver ese punto de luz. 

Recuerda, no hay realidades, todo depende del cristal con que se mire, y excepto algunas cosas contadas, nada es bueno o malo absoluto. Todo es gris de distintas tonalidades.

Así que yo pongo buena cara. Porque sé que ante casi cualquier noticia, la primera reacción por defecto va a ser un "pero", va a ser un "mmmm", pero no va a ser un salto de alegría. No va a ser un "bueno, pues a ver cómo le damos la vuelta para que sea algo bueno". No los voy a cambiar, lo sé. No lo intento, o tal vez sí, aunque sé que el resultado será escaso.

Pero yo sí puedo optar por cambiar.

Es por eso que yo le doy la vuelta a la tortilla, soy quien busca los optimismos, soy quien, cada vez más, deja de lado lo negativo. Claro que existe. Claro que está ahí. Claro que no va a desaparecer.

Pero afuera el sol inunda de luz todo el resto y de nosotros depende cómo queramos afrontarlo y el provecho que le saquemos.

Así que no, no voy a tirar piedras... intentaré que si tengo que lanzarlas, sea a un río, a una playa, donde pueda disfrutar de los saltos que den antes de hundirse .