Porque esa imagen que nos venden de la felicidad está rota y as piezas no encajan... nunca lo hacen. Y en el medio de ellas quedan huecos, agujeros enormes que nos impiden disfrutar de la imagen en su conjunto.
Una vez más, teníamos planes, fuimos felices durante segundos, hasta que las noticias nos hicieron cambiar la cara.
No se puede cambiar nada. Ante determinadas enfermedades no hay forma de lucha posible. Sólo rendirse, casi, y llevarlo como podemos, fingiendo buenas caras, sin dejar de luchar.
Hay veces en las que las palabras no llegan, ni para tapar huecos, ni para consolar, ni para demostrar apoyo ni nada. No llegan.
Y ese retrato de la felicidad que tantas veces nos han prometido, se queda huérfano, con agujeros que se comen al resto.
3 comentarios:
Por desgracia, sé de lo que hablas. Tu realidad puede hacerse mil pedazos de un día para otro. No se está preparado nunca para eso, aunque sepas que todo es frágil, y que la felicidad son sólo momentos sueltos, aislados, y que no sirve de nada hacer planes, porque mañana quizás todo esté al revés.
No te rindes: aceptas lo que hay. Y aprendes a vivir con ello. Con tus altos y tus bajos, apreciando cada gesto cariñoso, cada palabra sentida y sincera de apoyo, que quizás no sea significativa a efectos prácticos, pero te aseguro que hacen mucho, pero mucho bien.
Supongo que te nos acabamos aferrando a esos momentos, a esos gestos que nos consuelan, aunque no cambien la realidad a la que nos toca enfrentarnos.
Lo peor es descubrir eso, que nada es eterno y todo es más frágil de lo que nos creemos.
Claro, ése es el peor momento, cuando ves tu realidad estampándose contra el suelo y haciéndose añicos.
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