Hechos inesperados. Se negaba a llamarlos sorpresas, porque esas tenían para ella una connotación positiva, de alegría, de algo que aporta felicidad imprevista. Las asociaba con emociones que suman. En este caso no era así.
Sintió que algo había cambiado, no sabía qué, ni dónde buscar. Era una sensación vaga, imprecisa, pero que no la abandonaba. Un malestar que pugnaba por salir a flote, aunque no sabría definirlo... estaba ahí, como algo que no se termina de digerir bien y cae pesado.
Lo supo después, cuando salió por fin a la calle. Sus sentidos la habían estado preparando, anticipándose, como si tuviesen la capacidad de ver el futuro. Se le encogió el estómago. Se le hizo un nudo cuando fue consciente de lo que sus ojos habían visto. De pronto, todo su pasado había vuelto. Y no estaba preparada.