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Insomnio

Me envuelvo en las mantas, debajo de las sábanas. Sentir su peso sobre mi cuerpo y deslizarme rápidamente hacia los brazos de Morfeo.

No, algo falla.

Me revuelvo, busco otra postura cada tres minutos, intento respirar más profundamente, con más lentitud.  Intento vaciar todo lo posible mi mente, no obsesionarme, dejar que poco a poco la modorra se haga dueña de mí.

Imposible.

El cuerpo está agotado, pero la mente se niega a desconectar. Mi malestar y mi agobio crece con cada minuto que paso en ese lugar sin dormirme. Alcanzo un punto en que no puedo más, tengo que levantarme, cambiar de escenario. El cuerpo no quiere seguir las órdenes, está lento y me canso enseguida de cualquier actividad. Las soluciones habituales son comer algo, leer,  a veces, incluso trabajar. Lo que sea para evitar esa inactividad.


Esa es la versión número uno. La número dos comienza cuando me duermo de inmediato, pero me despierto en medio de la noche. La oscuridad y el silencio que me rodean me hacen pensar que es demasiado temprano. Miro las manecillas del despertador. Marcan las 3, las 4, a veces las 2 o las 5. Depende. No hay un patrón fijo.

Intento volver a dormirme: de nuevo, imposible. 

A esas horas el cuerpo ya está algo más descansado, no entiende de horarios y se niega a colaborar. Los minutos se convierten en horas y, al final, en inicios de jornadas de 27 horas o más. No es la primera vez que me levanto a las 4 de la mañana. Tampoco es la primera que me quedo a dormir a las 5. Lo peor es saber que no serán las últimas tampoco.
Viejos conocidos, no me caen bien, no me gustan, no hago buenas migas... pero seguirán a mi lado. No desaparecen.

Si la otra mitad de la cama está ocupada, opto por limitar mis movimientos, no molestar, no despertar a la otra persona. Acabaré por levantarme, seguro. Si estoy sola, enciendo la luz y miro un punto vacío, leo si tengo algo pendiente, o intento buscar un orden a la maraña de pensamientos que me rodea con insistencia.


La noche es peculiar. Es opresora, los minutos pasan demasiado lentos cuando me gustaría estar haciendo otra cosa. Impone silencio, porque el resto de habitantes duerme y hay que colaborar, no se puede hacer ruido. La noche es implacable, no hay nada que distraiga, me obliga a prestar atención una y otra vez a aspectos que no quiero. La noche es un agujero negro, lo magnifica, lo pequeño se hace grande, los obstáculos parecen insalvables, los abismos más profundos.
La noche fomenta la sensación de ir a contracorriente: estar despierta mientras todos duermen.

En esas horas se ha plantado a veces el germen de ideas profundas, de cambios radicales. Han sido el inicio de dudas, de revisión de planteamientos. Esas horas han fomentado la sensación de soledad en ocasiones. Esos minutos negros hacen que mis pensamientos pivoten sobre lo sucedido durante el día. Las preocupaciones que he ido apartando durante el día se sientan a mi lado, me abrazan fuerte y no me sueltan. Es una espiral de sinsentido, de buscar explicaciones, de imaginar respuestas, escenarios alternativos. Es como tener una foto en 2D y girarla para ver detalles que quedan ocultos. Inútil. Es imposible.

Los minutos se desgranan demasiado poco a poco. Una hora de insomnio parece más larga que los mismos 60 minutos durante el día.


En algún momento, la claridad comienza a colarse por las rendijas de la persiana. En esas noches, nunca me pilla en cama.

Comienza un día, con más peso acumulado que el anterior.  Y sin la certeza de que Morfeo esté esperando al final del mismo.

2 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

Siempre duermo poco a veces muy poco de manera voluntaria;ahora puede ser que por el tardocuarentismo duermo más pero sin embargo me levanto en medio de la noche perseguido por fantasmas y no puedo reincorporarme al sueño.
He decidio no luchar contra él, si me levanto leo. No hay nada peor contra el insomnio que pensar que tienes insomnio.
Besicos.

Bett dijo...

Ya, yo tampoco hago mucho. Lo que evito es quedarme en cama, porque con eso solo consigo agobiarme infinito.

En general no duermo más de 7 horas diarias nunca, pero no conseguir dormir hace que al día siguiente vaya un poco a cámara lenta... como arrastrando una pesadez...

Son épocas. Viene y va, en función de estrés, preocupaciones, o sin más. Hay ocasiones que no hay ningún factor...

No queda otra que convivir con ello.