Suscribirse por correo electrónico

Miedo

Estoy convencida de que lo que más nos inmoviliza es el miedo.

Es una de las causas principales que nos impide hacer desde las cosas más triviales a dar aquellos pasos que supuestamente cambian la vida. Miedo a todo lo posible. A equivocarse. A resultar demasiado ingenuo. O demasiado descarado. Miedo a que nos guste algo. A que no nos guste. A estropear una relación. A que no nos correspondan. Miedo al cambio. Miedo a seguir como estamos. Miedo a que el futuro no encaje en aquello que habíamos previsto. Miedo a no caer bien, a no gustar. Miedo a no encajar. Miedo a resultar demasiado cobarde, demasiado introvertido. Miedo a resultar avasallador, demasiado impulsivo.

 Miedo, en mayor o menor medida. Miedo, lo queramos admitir o no. Generalmente lo disfrazamos de cualquier otra cosa posible, de vergüenza, de pudor, de falta de tiempo, de falta de interés, de lo que sea.

El miedo nos mantiene con vida, sí. Nos alerta del peligro. Pero también nos atenaza y nos inmoviliza. No nos deja movernos. Es cierto, si nos movemos tal vez no avancemos, es posible que retrocedamos no una, si no muchas, muchísimas casillas. Podemos acabar peor. Mucho peor. Podemos también terminar igual. O, con un poco de suerte mejor.

El miedo es lo que nos hace temer cosas que no han pasado aún. Ponernos en el peor de los escenarios. No intentar nada, no arriesgarnos. No decir aquello que pensamos porque tal vez resulte inapropiado o demasiado honesto. El  miedo nos impide a veces mostrarnos como somos, porque la imagen que desprendemos no es esa.

El miedo, al final, hace que nos escudemos en nosotros mismos, que creemos una valla alrededor en varios o en muchos aspectos.

El miedo es lo que más nos aleja de los demás. Lo que más nos inmoviliza. Con razón... o sin ella.

Y así nos va.

No hay comentarios: