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Cachivaches

Cuando le dije lo que buscaba, se rió.

- ¿Para qué lo quieres? Es algo inútil.
- Para tenerlo, me hace ilusión, me gusta poder verlo por las mañanas o en cualquier otro momento del día.

Su cara me seguía diciendo que no le veía sentido alguno, pero tampoco era nada transcendental, así que me dejó seguir a lo mío. Yo busqué, pero no terminaba de encontrar uno sencillo, que no armase mucho y me convenciese.

Al final, un día, apareció en un supermercado, en uno de esos grandes que tienen un poco de todo, aunque no sean hipermercados. Me lo traje y desde entonces está en mi ventana. Es un termómetro para pegar por la parte de afuera, para saber siempre con qué clima me voy a encontrar cuando pise la calle.

Es una pequeñez, pero sonrío cuando por la mañana miro cuántos grados marca. Me alegra ir notando día a día el paso del invierno o del verano según corresponda. Me recuerda  a otras casas donde lo tenían y cómo enlazábamos conversaciones que empezaban por "Mira ahí cuántos grados hace para ver si nos llevamos dos chaquetas o una sola...".



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me traje uno de un viaje a Alemania. Muy emocionada lo pegué en mi ventana, se despegó y se cayó, lo volví a pegar. Con los días me dí cuenta de que siempre marca la misma temperatura, con unas pequeñas variaciones de un par de grados. Lo miro un poco con desdén pero le tengo cariño así que ahí se queda.

Bett dijo...

¡Hola!

Yo los vi allí también, tenía uno en casa y este lo acabé comprando también allí.

Una vez se me cayó al balcón y creí que se había muerto... pero pude recomponerlo y sí marca bien. Y a mí me sigue arrancando una sonrisa cuando lo veo, es un pedacito que me traje, pequeños recuerdos.