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Septiembre

Septiembre es mi mes. Sin duda alguna.

A lo largo de estos años, casi siempre ha habido en él cambios importantes o toma de decisiones de esas que se supone que te cambian la vida. En gran parte, supongo que está relacionado con que en este mes celebro mi cumpleaños, pero hay más cosas.

En septiembre me saqué el carnet de conducir hace casi diez años ya. En septiembre me marché a comenzar una nueva vida en la universidad, hace, sí, diez años, en una ciudad diferente. En septiembre, hace ocho años, hice las maletas para irme a un país diferente, a ver mundo. En septiembre, hace cinco años, volví a irme de nuevo. Y repetí al año siguiente, yéndome de nuevo tras un breve lapso aquí. No fue en septiembre, cuando decidí volver, pero casi. En septiembre, hace dos años, busqué un nuevo piso donde vivir y de paso, regresé a mi época de estudiante, volviendo a coger los libros.  En septiembre, el año pasado, firmé un papel que indica que soy titular del lugar en el que vivo. Este septiembre, como consecuencia de hechos anteriores, comencé a combinar mi trabajo remunerado con otro en prácticas. Este septiembre también decidí, por cuarta vez en mi vida, que mis músculos estaban demasiado atrofiados y que necesitaban una dosis de gimnasio. 

Septiembre es para mí un mes de nuevos comienzos, mucho más que enero. Siempre me ha gustado este mes. Es el mes en el que todo vuelve a empezar, el mes en que me lanzo entre los árboles del bosque a la búsqueda de las primeras castañas. Es un mes perfecto, que casi siempre trae cambios, muchos de ellos trascendentes.

No importa que, al final, luego sean las pequeñas decisiones, aparentemente sin importancia, las que cambian nuestra vida; sobre eso, más otro día.

Y mañana es el último mes de este septiembre, que me ha regalado un par de viajes, una nueva fiesta de cumpleaños, más horas de trabajo que nunca y también la sensación de que siempre es posible reinventarse.





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