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Movimiento

Buscar algo que sé que no voy a encontrar. Pegar trozos de cosas imposibles de recomponer. Creer que todo tiene un sentido cuando realmente carece de él. Pensar que en algún momento será más fácil, para a la vuelta de la esquina encontrar algo que me devuelve a la casilla de salida.

Desistir, porque todo es un laberinto.
Apagar el ruido ensordecedor que no deja ver nada con claridad.  O intentar esconderlo bajo la música, dejando que esta suene a todo volumen.

Asimilar que nunca se encajará con el molde prediseñado. Ver como el tiempo se escurre entre los dedos sabiendo que el tren partió y que no es posible alcanzarlo. Jugar a ser adulta intentando mantener bajo control los miedos de una niña.

Girarse, buscar algo en que enfocar la energía para así no pensar, para que los músculos agradezcan el descanso cuando se lo ofrecen.

Saberse sola, aún rodeada de gente. Ser consciente de que, tal vez, haya cosas que nunca volverán y que hay que aprender a estar satisfecho con aquello que aún sigue bien.

Fracasar. Independientemente de lo que digan los demás, de que le resten importancia o aludan a un tiempo que jamás cura. Sentirlo como un fracaso. Que surjan heridas que tal vez se cerrarán sobre otras ya cicatrizadas.

Pero seguirán siendo cicatrices, al fin y al cabo, que nunca se irán.






2 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

Yo sí creo que el tiempo cura.

Bett dijo...

Hola, pseudo:

Aunque suene derrotista, yo cada vez estoy más convencida de que no cura. Simplemente el trajín del día a día y las nuevas obligaciones, sensaciones y los nuevos proyectos van haciendo que aquello que nos duele quede relegado, que no nos ocupemos tanto de pensar, de darle vueltas, y que nos dé la impresión de que cura.

Pero, en el fondo, creo que al final lo único que hacemos es acostumbrarnos a vivir con ello, a creer que lo hemos superado y seguir adelante, porque es lo único que podemos hacer.