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Caricias distraídas

 Caricias distraídas. Esas que, mientras lees y te integras en la historia de un libro, haces sin ser del todo consciente, en las que una mano recorre insistente un mismo trozo de piel, o la tela que la recubre. Esas caricias que, si te preguntan, ni siquiera sabes que estaba otorgando, movimientos mecánicos que nos relajan, que han pasado al inconsciente.

Como quien, al dar un abrazo, frota una y otra vez con ímpetu la espalda de la persona que lo recibe.
Esas caricias que no percibimos del todo, pero que nos faltan y dejan un hueco enorme en el mismo momento en que dejamos de recibirlas. Cuando la otra persona se mueve, cambia de postura, o simplemente se detiene.

Ese vaivén de su mano deja de acompañarnos y notamos frío en esa que antes pulía. Percibimos también otro frío, más difícil de concretar, en el interior. Ese gesto de cariño, ese cuidado despreocupado que recibíamos, esa cantidad de complejidades que se transmite con una caricia: estoy aquí, me importas, te tengo cerca, hay complicidad, nos rodea el relax, tenemos conexión aunque otros mundos nos absorban en esoso momentos...

Esas cariciad distraídas, como cables a tierra, que nos dejan sin red cuando desaparecen.

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